lunes, 2 de noviembre de 2015

Han caído.

Sólo ha pasado un día desde que "Trío" fue asesinado. La moto de los chicos de negro volvió otra vez a nuestra zona, poco tiempo después esperaban murmurando a tan sólo unos pocos metros, habían puesto un artefacto donde dentro había comida.

Rodeamos el artefacto por todos lados, para poder comer había que entrar por unas pequeñas puertas, unos minutos después todo fue ruido, confusión y miedo, y a ella la vi saltar diciendo "¡han caído, han caído!"

Un tipo de parálisis invadió mi cuerpo, mi hermano y yo sólo atinábamos a pensar el poco tiempo que nos quedaba, a gritar en un ruido muy seco... Llegamos a un sitio cerrado donde nos cubrieron con una manta, aquí ya no hacía frío pero mi corazón helado de terror apenas latía. Mi hermano se acurrucó a mi lado resignado a esperar un final que esperaba fuera rápido, yo luché varias veces para escapar para más tarde cansarme, rendirme, resignarme como él ya hubiera hecho.

Un rato más tarde vino él, de un sobre pequeño nos ofreció una pasta de olor agradable, ella entró y le dijo "¿comen algo los niños?" y asumí que los niños éramos nosotros. Una mancha en la nariz me hizo probar el líquido ofrecido, poco a poco me dejé llevar por el sabor intenso de algo nuevo, pero sin permitir que acercaran mucho más las manos; en un intento por cogerme en brazos hice daño al chico, él retiró la mano rápidamente y me dejó tranquila; ella repetía varias veces, ahora sonriendo, "han caído, han caído, ahora os espera un mañana"

Sin llorar a los anónimos

No supo correr tan rápido como habíamos aprendido, fue cerca de las nueve de la noche, cuando los coches pasan más rápido y con menos ruido.
Asoma mi cabecita de tres colores, por encima de la hierba puedo ver cómo se le va el aliento. Es el sufrimiento tan absoluto, tan envolvente, algo que tatúa la piel que llevamos dentro. Todo lo inundó su partida, éramos los tres mosqueteros, las tres bolitas que de noche se compactaban perfectas, para darnos calor a pesar de la lluvia y el viento.

Una mujer paró su coche y con la cara descompuesta apartó tu cuerpo, por un segundo podías ser sólo un accidente con posibilidades, pero no, ya no respirabas. Subió a su coche y se marchó, más tarde nuestra estrella se encontró con la desdicha de verte, yaciendo como si la tierra se hubiese partido en dos, tres, un millón de partes. Ella no vio nada pero mejor, no era necesario, más tarde le contará a la chica de negro que uno de nosotros ha muerto...

No sé que hay en este mundo que parece todo tan peligroso, no pasa un sol sin que tengamos que vivir tanto miedo, a veces hay ratos en que parece que todo fuese diferente y con nuestros casi 4 meses encima jugamos como los cachorros que somos, pero hoy no tengo ganas, hoy veo la mañana muy distinta, huelo el aire para saber si lloverá esta noche, si alguien lavará las lágrimas de los que nos vamos quedando solos, quizás algo allí arriba entre el celeste tenga algo que explicarnos, ya no necesito permiso para llorar a los anónimos, para todos será sólo "la alimaña" para mí, mi hermano muerto.

Los chicos de negro.

Entre el jardín diario de los ruidos de motores, ya no reconocemos a los nuevos, pero ayer por la noche una pareja, vestida entera de negro, paró ese vehículo de dos ruedas frente a nuestro refugio.
Por experiencia sabemos que no es bueno quedarse quieto, y corrimos hasta el borde de la rambla donde es difícil que puedan tocarnos.

Ella dijo"¿Lo ves? ¡Te lo dije, sabía que los había visto al pasar por la carretera!" y una sonrisa le dirigió al compañero. Sacó de su maleta un sobre con alimento y nos llamaba, pero los meses pasados nos enseñaron que la mejor defensa es el miedo. Ella lanzó un par de trocitos de donde estábamos, muy cerca y descubrimos un nuevo y rico alimento.

Ella volvió durante varios días continuos, estaba buscando a nuestra estrella, sabía que alguien había cuidado de nosotros todo este tiempo, no podía la suerte ser tan benévola y permitir que "criaturas tan pequeñas" como ella nos llamaba, sobrevivieran solas , sin ayuda...

Por fin dio con ella, durante un rato hablaron, después se fue andando por el camino de vuelta. ¿De vuelta a dónde? No lo sabemos, sólo sé que a partir de mañana, regresarán cada día, con el ruido de su motor de moto, los chicos de negro.


La batalla de los malditos.

Días y semanas pasan, el calor se hace un holograma de la vida que parece que pasa, ya no la reconocemos. Sólo el descanso de la sombra de un seto, sólo la hierba reseca que cruje de miedo ante la inminente amenaza de muerte por la sequía.

Oí los pasos sobre el asfalto de fuego, muy quietos estuvimos por que a veces la salvación es la estatua. No fue suficiente correr todo lo que pudimos, ella no pudo irse y ese hombre, cúmulo de rabia y pocos sesos comenzó a agredirla. ¿Qué le dice, porqué la amenaza?

Ella se enfrenta pero es más pequeña, el puño del hombre se alza e el aire y tememos lo más horrible... Ella se va, él no pega con las manos pero ha dejado un duro golpe en el recuerdo, se llama miedo, se llama miedo.

Hoy conocimos la injusticia con nuestra estrella, qué pequeños somos y qué poco podemos. Todos nosotros lo vimos pero jamás testificaremos, todos lo sentimos pero de nada valdrá nuestro susto, nuestra lágrima seca. Pese a todo sabemos que vendrá la sangre de su sangre, también levantarán el puño, también serán como monos gruñendo insultos y nos llamaran escoria, también querrán lastimar a las estrellas futuras y hacernos daño, también nos tirarán lluvia de piedras, por que su sangre será la sangre podrida heredada de sus mayores, entonces los malditos perderán batallas varias aunque se lleven los trofeos de las risas, entonces los malditos no serán nada, nada más que los malditos con sus perdidas almas.

La estrella de la mañana.

Hemos aprendido a ser precavidos, la ventaja de nuestro manto es la facilidad de la hierba, nuestras rayas se confunden con un poco más de este triste paisaje, aunque somos en sí mismo uno muy lastimero.

La vimos venir esta mañana, y la anterior a esta y la otra. El coloso se ha quedado inútil y ya no nos alimenta de podrida comida y ceniza. Ella viene despacio, mirando a todas partes antes de inclinarse un poco, depositar en escondites pequeños el alimento que nos trae con mimo y pena. A veces la vemos dar una caricia fugaz a uno de nuestros compañeros y se le ponen los ojos claros pensando cuándo será el último día...

Después regresa al sitio mismo por donde vino y detrás de ella se nos van los miedos, salimos a comer ansiosos pensando con cierta sonrisa "allí va la estrella de la mañana"

El terror se levanta.

Esta mañana conocimos el futuro: correr, correr y correr hasta que nuestros corazones ya no puedan.

Hemos descubierto que no somos los únicos, en este mismo campo de abandono existen otros compañeros, todos son mayores que nosotros y llevan la cara triste y sucia. No se fían de nadie y siempre van agazapados, la noche cobija el movimiento más libre que tienen desde hace meses porque hoy hemos descubierto lo que amenaza de día.

¿Por dónde se escurrió nuestra inocencia, cuando vino el terror erguido? No lo vimos venir y menos imaginamos qué es lo que haría. Una lluvia de piedras intentaba derribarnos con toda su fuerza y no parecía haber suficiente refugio dónde cubrirse de tal bombardeo de odio y risa.

"¡Alimañas, asquerosos!" Así es como nos llaman.

El hombre, ese mono sin pelo que se levantó para quedarse sobre sus dos patas, es el terror erguido, es el terror que se levanta.

¿Porqué aquí? (Primer día del pasado)

De cualquiera de todos los sitios donde pudiste dejarnos, nos has dejado aquí. Sobre nuestras cabecitas aún tambaleantes por falta de edad, un coloso mal oliente y asesino, endereza con orgullo su poder, el poder de la vida y la muerte.

Nadie nos contó que de ese coloso habíamos de vivir, hasta que un día alguien se fijara en nosotros, con el alma rota y la razón dislocada del porqué sin respuesta.

Cuánto nos ha faltado ¡Cuánto!

No me preguntes mi edad o la de mis hermanos, la desconozco, no la sé, como tampoco sé que hago aquí, porqué tenemos tanto frío y hambre, porqué nos han abandonado aquí, por qué aquí.

Pero no da tiempo de sentirse confuso, la luz de los faros de los coches ciegan mi primera visión del mundo, mi arrullo el rugido del motor peligroso y tan pronto como siento el terror entre mis pulmones, he olvidado de dónde venimos...